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Alberto Campo Baeza, el arquitecto docente que aboga por socializar el suelo

El arquitecto vallisoletano, con casi medio siglo de trayectoria, construyó en 1992 uno de sus proyectos más reconocidos, Casa Gaspar, con tan sólo 20.000 euros de presupuesto, tres millones de pesetas de la época.

Jabier Izquierdo

12 feb 2018 - 04:57

Alberto Campo Baeza, el arquitecto docente que aboga por socializar el suelo

 

 

Alberto Campo Baeza atiende a EjePrime en un día en el que la luz brilla en Madrid. “Es el material más lujoso para nuestro oficio”, que no es otro que el de arquitecto. Catedrático de la Etsam desde hace más de 25 años, el vallisoletano echa de menos tener “algo más de trabajo”. Lo explica desde su oficina en la casa-estudio que posee desde hace cuarenta años en la calle Almirante de la capital española.

 

Campo Baeza es un hombre de costumbres. A media mañana le gusta comer un pintxo de tortilla, y en el plano profesional, ante el auge de los macroestudios, defiente que “no hace falta tener una plantilla de cien arquitectos para hacer un gran edificio”. Jubilado desde hace un año, su carrera aún no se ha detenido.

 

Su estudio tiene en marcha, actualmente, media docena de proyectos. “Tradicionalmente, me han entrado entre dos y tres proyectos nuevos al año”, apunta el arquitecto. Obras suyas como Casa Gaspar, la Casa Turégano o De Blas han sido reconocidas por la profesión.

 

Ahora, Campo Baeza ve en algunos colegas de nueva generación que “caen en la tentación de ver el dinero de la arquitectura como negocio”. “Mueves dinero de un bien imprescindible para el ser humano y hay profesores que han dejado las aulas para centrarse en sus estudios de arquitectura”, explica.

 

 

 

 

Por este, entre otros motivos, el arquitecto no cree en los macroestudios: “son compañías productoras, que podrán hacer un trabajo, pero dentro de un nivel comercial”. Y lamenta que este tipo de despachos “tienen más opciones de ganar los proyectos, pero porque esta sociedad ignorante cree que para tener un coche bueno necesita tener un coche grande”. “Creen que les da más garantía un estudio de cien que uno de cinco, y no hay que confundir cantidad con calidad; lo importante es la cabeza”, asegura.

 

La mayor obra que ha realizado hasta la fecha, y por la que más ha facturado también, fue la sede de Caja Granada. Este edificio situado en la ciudad nazarí recibió el premio Torroja. Un galardón que pudo haberle llegado antes, ya que aquel proyecto tardó seis años en llevarse a cabo, en parte, porque, según destaca el arquitecto, “cuando eres exigente y no cedes ante el cliente, las cosas se complican”.

 

 

Sus inicios y el coworking
En el casi medio siglo que acumula diseñando todo tipo de edificios, Campo Baeza ha vivido en primera persona la transformación de una profesión que ha crecido notablemente en número en España (48.811 arquitectos colegiados, en septiembre de 2017). Abrió su primer estudio en 1971, en la calle María de Mercedes, junto a dos socios, Álvaro Llano Cifuentes y Antonio Romero. Allí, cerca del Bernabéu, el arquitecto asegura que “ya hacíamos eso que ahora llaman coworking... compartíamos gastos y consejos, pero cada uno hacía sus proyectos”.

 

La mayor parte de los proyectos que ha liderado Campo Baeza han tenido que ver con el sector residencial. Ha diseñado casas en varias partes del mundo y ha trabajado con promotores y constructores. El vallisoletano mantiene una opinión muy clara sobre qué ocurrio en la burbuja inmobiliaria y qué se debe hacer para rebajar la inflación de precios actual en el mercado de la vivienda. “Lo que sube los precios es la avidez del capitalismo salvaje, que especula con el terreno”, denuncia, y da una solución: “hay que socializar el suelo”.

 

¿Y hay una burbuja en la arquitectura? Campo Baeza defiende que “los organismos oficiales de arquitectos deberían intervenir para garantizar que un señor no venda peras a cinco céntimos”. El arquitecto denuncia que “en algunos concursos hay precios que son estúpidos, completamente imposibles”.

 

 

 

 

Antes de la crisis, un profesional del sector se podía llevar un 10% del coste del proyecto. Una situación que ha cambiado “a peor”, y por la que Campo Baeza defiende que “se deberían poner topes al número de trabajos que realizan al mismo tiempo algunos estudios”.

 

Además, el arquitecto asegura que su gremio no se favorece de la especulación de suelos que él mismo denuncia, y destaca sobre los organismos públicos que “con los Ayuntamientos, cuando se hacen bien las cosas cuesta más llevar adelante los proyectos; y cuando se hacen mal, cuesta menos”.

 

Casa Gaspar: un bien de interés cultural de Andalucía que costó 20.000 euros
Una de las obras más reconocidas en la trayectoria del arquiteto es Casa Gaspar. Situada en Zahora, en la provincia de Cádiz, esta vivienda de 1992 es hoy un bien de interés cultural de Andalucía. Sin embargo, el inmueble costó tan sólo 20.000 euros (tres millones de pesetas de la época).

 

“Yo al dueño sólo le pedí la libertad absoluta”, ha escrito al respecto Campo Baeza. Ahora, este vallisoletano, nieto de arquitecto y apasionado de la luz, esa que conoció en su infancia en Cádiz, asegura que “el negocio de la arquitectura se produce cuando pierdes las referencias de lo que es la verdadera arquitectura”.