Mercado

La jornada laboral de cuatro días, entre solución al empleo o privilegio de grandes compañías

Con la mayoría de los indicadores apuntando a nueva recesión global, la tasa de empleo rema a contracorriente y se mantiene estable en las grandes economías, que buscan nuevas formas de seguir aumentando la ocupabilidad.

A. Martínez

28 oct 2022 - 04:54

La jornada laboral de cuatro días, entre solución al empleo o privilegio de grandes compañías

 

 

Las grandes economías mundiales buscan nuevas formas de sostener el empleo para evitar la crisis. La jornada laboral de cuatro días, que ya cuenta con pruebas piloto en diecisiete países, busca aumentar la producción con menos horas de trabajo semanales, a la vez que promete generar más empleos. Sin embargo, la sombra de una duda se cierne sobre la medida: ¿pueden todas las compañías afrontar un incremento así de los costes salariales o es un privilegio exclusivo de grandes empresas?

 

Con la mayoría de los indicadores económicos apuntando a una posible crisis económica, como la curva de tipos, la pérdida de confianza del consumidor o el estancamiento del precio de las materias primas; la tasa de empleo se mantiene estable en las economías occidentales y la 4 days week se ha postulado como una opción para seguir manteniendo la ocupabilidad, generando más fuerza laboral rotativa e incluso aumentando la productividad.

 

Según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (Ocde), más horas de trabajo no se traducen en un mayor rendimiento. El organismo mide la productividad laboral de cada país mediante el indicador PIB por hora trabajada y anota que en Alemania se trabajan 34,6 horas a la semana, con un nivel de productividad de 74,2 dólares, mientras que, por ejemplo, en España se trabaja una media de 36,3 horas semanales con un nivel de productividad de 58,1 dólares cada hora.

 

La entidad 4 Day Week Global asegura en su manifiesto que al 63% de las empresas que hasta ahora han implantado la medida les es más fácil atraer talento, el 78% de los empleados reducen sus niveles de estrés y el 88% de las compañías afirma que no ha visto un descenso de su productividad tras la instauración de la nueva jornada.

 

 

Sin embargo, sólo un 17% de las compañías considera que es posible poner en marcha la jornada laboral de cuatro días sin ayudas públicas, según una reciente encuesta elaborada por la consultora Hays. En las pequeñas y medianas empresas (pymes), las principales complicaciones son ajustar los horarios entre la fuerza laboral, el aumento en la carga de trabajo, la imposibilidad de aumentar los costes y la potencial pérdida de clientes.

 

“Yo no estoy tan segura de que el cambio sea beneficioso, no sé si los costes derivados de la implementación serían soportables para las empresas más pequeñas, que se verían obligadas a hacer turnos rotativos y aumentar sus gastos”, asegura Maria Carmen Carrero, profesora de derecho laboral en la Universidad Carlos III (Uc3m). “Además, el cambio no debería suponer una bajada de salarios que empobreciera aún más al país, por lo que sería complicado aguantar el nivel de gasto para las pymes”, añade Carrero.

 

Sin embargo, el cambio en la jornada laboral también puede ser, a la larga, un vehículo para modificar el modelo de consumo. “Este cambio en la legislación laboral debe ir acompañado de un cambio social, no podemos tener las tiendas abiertas todo el día a todas horas: las empresas pequeñas no le pueden seguir el ritmo a las grandes compañías, por lo que sería una forma de repensar nuestro futuro económico”, afirma Julia López, catedrática de derecho laboral en la Universitat Pompeu Fabra (Upf).

 

 

“Sí es cierto que un cambio así en la legislación puede provocar un aumento del empleo, pero además es una oportunidad para incentivar el cambio de modelo social y obtener mayor rentabilidad en menos horas: es más sostenible, más conciliador y no implica un descenso en la productividad”, añade López.

 

Otra de las cuestiones que preocupan a los expertos es la dificultad de implantar la medida en ciertos sectores, como el turismo, la hostelería o la educación, mientras que otros ya sufren esta concentración horaria desde hace décadas, como la sanidad o el transporte aéreo. También supone un peligro para la economía el posible decrecimiento de las ventas, que podrían hundirse si los consumidores no asumen un progresivo cambio de mentalidad.

 

En España, el Ministerio de Industria destinará un presupuesto de 10 millones de euros para dar ayudas a 150 pequeñas y medianas empresas que reduzcan la jornada laboral de sus empleados, con el objetivo de “buscar una posible solución al débil crecimiento de la productividad en los últimos años”, tal y como manifiesta la cartera de industria española.

 

 

La ‘4 days week’, a debate en toda Europa

 

Reino Unido ha llevado a cabo este año la reducción de la jornada laboral en más de 70 empresas, manteniendo el 100% del salario, pero con un 80% de la carga de trabajo. Al finalizar el primer periodo de prueba, el 78% de los empresarios se mostraron satisfechos y el 86% de las empresas que participaron en el programa aseguraron que mantendrían la 4 days week.

 

Pese a ello, las pequeñas sociedades que requieren una cobertura por turnos de cinco o siete días han encontrado mayores dificultades. El 5% de las compañías en las que se instauró la normativa se vieron obligadas a abandonar el proyecto, descartando su implantación posterior por la “inevitable dependencia de las ayudas públicas”: todas ellas eran pymes.

 

Entre 2015 y 2019, Islandia llevó a cabo la primera prueba piloto de una semana laboral de 35 a 36 horas, reducida de las 40 horas tradicionales, sin ningún recorte salarial proporcional. Unas 2.500 personas participaron en la fase de prueba. Ahora, casi el 90% de la población activa cuenta con horarios reducidos u otras adaptaciones similares, sin que el país haya registrado un consiguiente descenso del consumo o la productividad.

 

Suecia también decidió sumarse al experimento desde 2015 a 2017, con una prueba piloto en determinadas compañías que reducía hasta 10 horas la jornada laboral cada semana. Aunque los trabajadores aseguraron presentar una mayor satisfacción, la medida fue desestimada porque suponía un meteórico aumento de costes.