Velocidad de crucero
Estamos en julio, sólo me quedan dos semanas para las vacaciones, y tengo ya los planes hechos. ¿Sabes qué?, este fin de semana próximo no voy a venir el viernes al despacho, me voy a permitir este lujo.
El lunes, de vuelta de nuevo, empiezo la penúltima semana; se acerca el día, y una vez más, pasada dicha semana, me vuelvo a ir el viernes por la mañana para pasar un fin de semana un poco más largo.; y por última vez acudo el lunes a la empresa para trabajar la última semana del mes de julio.
Me marcho de vacaciones, ¡qué guay!
Los días pasan, uno detrás de otro en mi lugar de destino, e intento aprovechar al máximo el buen tiempo, y pasar el día entero con mi familia. Ya a partir del día 20 mi cabeza empieza a ser consciente que pronto volveré; y si, lo tengo claro. De nuevo, antes de incorporarme, me asomo por la oficina el día 23, y aprovecho para descargarme el correo electrónico, poner en orden mi agenda, y de paso riego las plantas, que hace días que no beben.
Este es mi modus operandi año tras año en lo que atañe a mi marcha y a mi incorporación al trabajo.
Estamos de “vuelta al cole”. Cada uno de nosotros tenemos nuestro cole particular y después de pasar, casi todos, unos buenos días de descanso, nos incorporamos a nuestras sillas, mesas, salas de reuniones y empresas, un año más.
Es evidente que los años empiezan el 1 de cada enero, años naturales, años fiscales y años laborales. Sin embargo, siempre he sentido en mi interior como si el año empezara después del periodo vacacional. Te vas en julio o agosto, y cuando vuelves parece como si todo estuviera medio dormido, y tuvieras que arrancar un motor. Un motor que no volverá a parar de nuevo hasta el próximo verano.
Y poco a poco, unos más rápido que otros, vas cogiendo velocidad. Los primeros días te encuentras con las típicas respuestas: “dame un par de días para que me ponga al día”, “no ha llegado todavía”, “llamadas sin respuesta”, “pásale un mail y ya te contestará cuando pueda”… Respuestas lógicas y típicas del momento.
Por eso, creo que lo mejor es que dos días o tres antes del reinicio, conectes, y calientes motores. De esta forma cuando entres en la oficina o despacho, te dará la sensación de que nunca te has ido, y coger la velocidad crucero te costará mucho menos.
Poner en orden las cosas previamente para el arranque hará que no notemos tanto los cambios. Pasar de unos horarios a otros, comer de una manera o de otra. Hay que impedir tener “agujetas” que acostumbran a tenerse por falta de hábito. Hay que intentar no perder la forma. Cada año somos un año mayores, y cuesta más esa incorporación a nuestros sitios de responsabilidad.
En mi humilde opinión deberíamos coger las vacaciones, con un preaviso, esto es, sumando algún día más de descanso antes de empezarlas, y de igual modo empezar a trabajar esos dos o tres días antes de volver a la rutina del resto del año. No creo que sea bueno “cerrar y abrir” de hoy para mañana. Repito, en ambos casos (cuando inicias y cuando acabas las vacaciones), el trauma es mucho menor.
Por la misma razón expuesta anteriormente, algunos dividen las vacaciones en tres periodos: dos semanas en verano, una semana en Semana Santa, y la cuarta en Navidad. De esta manera no se desconecta del todo, no se “para” la empresa, y las velocidades crucero no se interrumpen.
Seguramente habrá alguien que no esté de acuerdo con mi opinión, pero si es verdad que mi empresa y yo lo venimos haciendo así hace años, y podemos certificar el buen arranque cuando volvemos a laborar viniendo de un merecido descanso después de cerca de 11 meses sin parar apenas.
Los motores hay que mantenerlos, y para que vayan finos no se les puede arrancar y parar de forma súbita, sea el motor que sea.