Opinión

La promoción residencial no puede parar

EjePrime

31 mar 2022

La promoción residencial no puede parar

 

La construcción de viviendas atraviesa un momento complejo por el encarecimiento de la energía y de los materiales. No es el único sector que pasa por esta situación. Buena parte de la actividad económica está sometida a las tensiones originada por el incremento de los precios.

 

El Índice de Precios al Consumo (IPC) marcó en febrero un alza del 7,6%, aunque se esperan más incrementos de precios en los próximos meses. De hecho, el IPC avanzado de marzo ha elevado el alza hasta el 9,8%, el nivel más elevado desde 1985. En el caso de los materiales de la construcción, el índice elaborado por el Ministerio de Transporte, Movilidad y Agenda Urbana cerró el pasado ejercicio con un aumento del 11,5% interanual. Y, todo ello, antes del estallido de la guerra en Ucrania, que ha encarecido aún más la energía y los materiales para la construcción. Por lo tanto, no se espera a corto plazo una moderación de los precios.

 

En este contexto, los promotores ya han avisado de una reducción de sus márgenes y, algunos, han incluso paralizado obras ante la dificultad de obtener materiales o conseguirlos a un precio adecuado. Todo ello redundará en retrasos de entregas y reducción del número de viviendas nuevas o reformadas puestas en el mercado en un momento de gran demanda por parte de los ciudadanos.

 

 

Aún moviéndonos en un entorno extremadamente complejo, el sector debe hacer un esfuerzo por reducir al mínimo la paralización de la actividad, así como trasladar a los precios de forma responsable el aumento de costes que está experimentando en toda su cadena de valor.

 

El objetivo debe ser mantener la actividad dentro de unos parámetros que permita el buen funcionamiento de la promoción residencial. Es decir, la producción de una oferta adecuada que dé lugar a un aumento moderado de los precios y, sobre todo, evite tensiones en la vivienda usada.

 

Un descontrol en el mercado de la vivienda no le interesa a nadie. Tampoco a las empresas y profesionales del real estate, que sufrirían las consecuencias negativas de un mercado encarecido, de difícil acceso y con poco producto. Se preveía que 2022 iba a ser un buen ejercicio, gracias a una demanda fuerte que, según las estimaciones, llevaría las transacciones a aumentar un 15% y los precios, un 10%. La geopolítica ha cambiado este escenario, pero el sector debe ser hábil en su gestión para minimizar al máximo los daños.

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