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La inflación subyacente, el aguafiestas de la recuperación

Los indicadores de la economía global parecen mejorar tímidamente marcando un camino de regreso al amplio crecimiento, pero la subida de precios trasladada más allá de los carburantes y la alimentación dibujan una remontada a medias.

 

Marta Tamayo

20 mar 2023 - 04:54

La inflación subyacente, el aguafiestas de la recuperación

 

 

Desde París, se atisba la luz al final al túnel. Si en noviembre las perspectivas económicas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo económico (Ocde, con sede en la capital francesa) llevaban por título “Afrontar la crisis”, su última publicación el pasado viernes está encabezada por la frase “Frágil recuperación”, dejando caer que lo peor ya ha pasado. Sin embargo, un intruso se ha colado a la esperada fiesta de la recuperación: la inflación subyacente no remite y puede acabar aguando la celebración.

 

A pesar de que la estampa no es perfecta, son los primeros pasos hacia delante del crecimiento global tras el golpe de la guerra en Ucrania. La entidad recuerda que, en 2022, el crecimiento económico del conjunto de las economías fue del 3,2%, 1,3 puntos porcentuales menos de lo previsto en diciembre de 2021, la última proyección antes del estallido de la guerra. El estancamiento de la producción en Japón y Corea del Sur, los intermitentes parones en China por el Covid-19 y el débil crecimiento de Europa configuraron un año de crecimiento débil y tambores de recesión, un temor que la Ocde parece haber dejado atrás.

 

Pero con el inicio de 2023, la organización señala una mejora en los indicadores: los datos de actividad en Estados Unidos sorprendieron al alza en Estados Unidos, el empleo continúa fuerte y apoya el consumo privado y la confianza del consumidor ha empezado a repuntar, todo señales hacia el optimismo apoyados por el descenso de los precios de la energía y los alimentos y la reapertura de China.

 

Todo esto acompañado por un aminoramiento de la inflación en la mayoría de las economías, pero la inflación subyacente no parece estar tomando el mismo ritmo. “El aumento de los costes de la energía y el transporte se ha trasladado a los precios al por menor, la demanda de servicios se ha fortalecido y las presiones sobre los costes laborales unitarios han aumentado”, resume la Ocde.

 

 

 

 

La organización alerta que una de las consecuencias del bajo desempleo actual en gran parte de las mayores economías del mundo es una subida de los salarios que, debido al débil crecimiento subyacente de la productividad, “sería incompatible con el retorno de la inflación objetivo”, a no ser que los márgenes de beneficios de las compañías se contraigan.  

 

Otra nube que se cierne sobre la economía global son los primeros síntomas del endurecimiento de las condiciones financieras. “El impacto de una política monetaria más restrictiva ha empezado a aparecer en algunas partes del sector bancario, incluidos bancos regionales de Estados Unidos”, puntualiza la entidad, haciendo alusión a la caída de Silicon Valley Bank. El crecimiento del crédito se ha ralentizado, llegando a incluso ser negativo en algunas encuestas de la zona euro.

 

Amigos del riesgo

 

La Ocde apunta que los riesgos continúan sin abandonar el panorama económico internacional, pero se encuentran cada vez más balanceados. Una de las principales amenazas que sigue cerniéndose sobre la economía es la guerra en Ucrania y sus consecuencias globales.

 

“Un importante riesgo asociado es un nuevo empeoramiento de la seguridad alimentaria en las economías emergentes y en desarrollo”, sostiene la entidad. Otro de los conflictos que puede desencadenar la guerra es el de las tensiones en el comercio, la fragmentación de las cadenas de valor y la deslocalización a lugares más caros, pero menos distantes. Sobre el endurecimiento de la política monetaria, la organización apunta que puede despertar “vulnerabilidades financieras subyacentes”. “Es difícil calibrar el impacto total de la subida de los tipos de interés”, admite.  

 

En Europa, el riesgo de escasez de energética ha disminuido, pero no desaparecido. La subida de precios y las moderadas temperaturas del invierno han limitado el consumo entre los europeos y los niveles de almacenamiento de gas están en cifras récord. “No obstante, sigue siendo difícil garantizar niveles de almacenamiento suficientes para el invierno de 2023-2024”, advierte la organización con sede en París.

 

La caída de los suministros de Rusia y el despertar económico de China, que competirá por gas natural licuado con la Unión Europea, plantea un invierno complicado. Si se produce otra vez un aumento de los precios de la energía, la entidad indica que volvería a provocar un repunte de los precios de consumo y nuevas perturbaciones económicas.