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Migraciones, desigualdad y emergencias: el nuevo año cero de la arquitectura

El próximo reto para la profesión pasa por paliar las condiciones urbanas de los colectivos más vulnerables que empeorarán con el cambio climático.

Marta Tamayo

5 oct 2020 - 04:55

Migraciones, desigualdad y emergencias: el nuevo año cero de la arquitectura

El terreno sobre el que se construye está experimentando una revolución y la pandemia ha adelantado el reloj hasta un nuevo año cero para poner a los arquitectos ante una nueva realidad. Los fenómenos extremos propiciados por la emergencia climática y el aumento de las desigualdades sociales están construyendo un nuevo escenario de la que el urbanismo no puede huir.

 

Las ciudades van a tener que absorber los nuevos flujos migratorios y trabajar con la diversidad, para ello se van a tener que construir nuevos espacios que absorban el aumento de población sin crear guetos y apostando por las plazas públicas como áreas accesibles para todos. Si no, este nuevo entramado social puede provocar asentamientos informales. Ciudades como Berlín, Nueva York o París podrían contar con su propio barrio de favelas sin las urbes siguen creciendo sin un plan para paliar estos fenómenos.

 

Este tipo de asentamientos serían los más vulnerables ante los fenómenos climáticos extremos que se prevén con el avance del cambio climático. “Cómo hemos visto con el Covid-19, los más afectados van a ser los más expuestos”, señala la arquitecta Belinda Tato, directora del estudio de arquitectura Ecosistema Urbano.

 

 

 

 

“La arquitectura tiene que ser capaz de crear espacios más equilibrados que recorten las desigualdades socioeconómicas y que tengan en cuenta la diversidad”, afirma la arquitecta. Para Tato, en España nos existen este tipo de espacios, pero en algunas metrópolis superpobladas como Ciudad de México, Nueva York o Buenos Aires tienen que optar por crear espacios resilientes a las emergencias, que se adapten tras los cambios y los flujos de población.

 

Las soluciones que responden a estas emergencias no pueden venir de arriba a abajo, los arquitectos y los otros responsables de las reformas deben entablar diálogos con las comunidades locales y crear entornos que tengan en cuenta la diversidad y la cultura de los residentes”, explica José Luis Vallejo, socio de Tato en Ecosistema Urbano.

 

Para Vallejo, muchas ciudades han crecido a contracorriente de la naturaleza, lo que genera problemas cuando suceden fenómenos climáticos extremos. “Debemos contar con la naturaleza como aliada”, señala.

 

 

 

 

Ambos arquitectos ponen como ejemplo de renovación urbana las reformas que se están llevando a cabo en Barrio 31 de Buenos Aires (Argentina). El barrio marginal más antiguo de la capital rioplatense tiene casi ochenta años y está incrustado en el centro de la ciudad. Sólo las vías del tren separan la zona de Puerto Madero, una concurrida zona de ocio con establecimientos de restauración y tiendas. La comunidad surgió en 1940 con inmigrantes europeos y del resto de país y actualmente cuenta con asentamientos informales y una alta densidad.

 

El Ayuntamiento de la capital argentina ha elaborado una hoja de ruta para alcanzar un plan de integración social y mejorar las infraestructuras en el barrio. Entre las reformas que propuso el Consistorio para la zona se encuentra el reordenamiento para sumar espacio verde, la reorganización de la circulación y crear un barrio más accesible para personas con movilidad reducida.

 

Una manera de abordar los problemas sociales en la zona ha sido la creación de espacios públicos y de convivencia con la construcción de parques infantiles o zonas deportivas como pistas de fútbol o de baloncesto. También se han reformado edificios añadiendo más metros cuadrados y mejorando su eficiencia energética y mejorando las infraestructuras como el alcantarillado o la instalación eléctrica.

 

 

El primer año cero para los arquitectos

Entre las organizaciones que quisieron unificar el mundo tras la segunda guerra mundial, un grupo de arquitectos se propuso crear una entidad para representar a los profesionales del sector y afrontar los retos arquitectónicos de un continente devastado por la guerra. Así nació la Unión Internacional de Arquitectos (UIA) un 28 de julio de 1948 en la ciudad suiza de Lausana, con una primera sesión inaugural bajo el nombre de Arquitectura: nuevas tareas.  

 

Aquel día de julio, arquitectos de 27 países distintos se marcaron el objetivo de unir y representar a los profesionales de la arquitectura de todo el mundo sin importar cuestiones de nacionalidad, raza, religión u opción arquitectónica. Desde aquel momento, la asociación se reúne cada tres años para debatir sobre los nuevos paradigmas urbanos y sociales y su enfoque arquitectónico.

 

En la reunión celebrada en Barcelona en el verano de 1996, los arquitectos presentes, que para entonces representaban a 123 países, decidieron que cada primer lunes de octubre iba a celebrarse el día de la arquitectura, haciéndolo coincidir con el día del hábitat. Tras 24 años, el coronavirus también ha revolucionado el mundo de la arquitectura y la próxima convención de la UIA busca dar respuesta a los nuevos interrogantes.

 

El vigesimoséptimo congreso mundial de arquitectos se celebrará en Río de Janeiro el próximo año bajo el lema Todos los mundos. Un solo mundo. Arquitectura 21. En esta ocasión, el nuevo reto que tienen que enfrentar los arquitectos no es un mundo devastado por la guerra, sino un entorno amenazado por las emergencias climáticas provocadas por el calentamiento global, el hacinamiento y las viviendas precarias debido a la desigualdad y el nuevo encaje de las migraciones y la diversidad, todo ello, mezclado pero agitada con una pandemia mundial.