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Emigrantes retornados, tipos bajos y tecnología: la receta de Auckland ante el Covid-19

El residencial de la mayor ciudad de Nueva Zelanda despunta ante un aumento de la demanda, mientras el mercado retail será el más golpeado con caídas de rentas.

Marta Tamayo

7 dic 2020 - 04:55

Emigrantes retornados, tipos bajos y tecnología: la receta de Auckland ante el Covid-19

 

Auckland da la bienvenida al hijo pródigo. La mayor ciudad de Nueva Zelanda ha capeado la crisis del Covid-19 con aparente éxito y, tras el estallido de la pandemia en el país en marzo, los casos se han reducido casi hasta la desaparición y el sector inmobiliario se ha rehecho a gran velocidad. Ante la buena situación del país, gran parte de los ciudadanos emigrados preparan su vuelta a casa. En el plano urbanístico, la extensión de la ciudad y la cogestión viaria son sus principales retos.

 

Tras unos meses de parón, el mercado residencial está repuntando. El precio medio de una vivienda, lejos de ajustarse a la baja como se viene anunciando en la mayoría de países, ha alcanzado el millón de dólares neozelandeses (582.867 euros), lo que supone un incremento interanual del 15,4%.

 

Uno de los motivos de que la demanda de pisos haya crecido en la ciudad es el retorno de habitantes emigrados a otros países. La gestión del ejecutivo encabezado por Jacinda Ardern está funcionado como efecto llamada y se prevé que durante los próximos años retornen medio millón de neozelandeses, según la agencia de estadística del país.

 

 

 

 

“Los retornados y nuevos habitantes están compitiendo con los compradores para sacar ventaja de los bajos tipos de interés”, ha explicado Ferdinand Oswald, doctor en arquitectura de la Universidad de Auckland, en declaraciones a EjePrime.

 

De hecho, a cierre del primer semestre el 23% de los compradores de nuevas casas eran recién llegados a la ciudad, según datos de Colliers International. El mercado no prevé un gran resentimiento de las ventas por la crisis del Covid-19, ya que el paro en la ciudad es del 5,6%, un 1,3 puntos menos que en el mismo periodo de 2019.

 

Durante años el país ha tenido que lidiar con la fuga de cerebros, pero ahora, una pandemia internacional está haciendo lo que no han conseguido años de campañas de marketing y están generando un buen impacto en la economía”, apunta Oswald.

 

 

 

Además del aumento de precios, la ciudad también registró un incremento en el número de casas vendidas hasta octubre, que fueron 25.589 viviendas, la cifra más alta en tres años, mientras que el número de hipotecas concedidas escaló hasta 15.673, la más alta de los últimos veinte años, según datos de Research and Evaluation Unit (Rimu) del Ayuntamiento de Auckland.

 

Las rentas del alquiler también apuntan alto y el pasado octubre alcanzaron los 592 dólares neozelandeses semanales (345 euros). Esta cifra se coloca por encima de la media del país sin contar la ciudad, donde el precio medio por semana es de 437 dólares neozelandeses (254 euros).

 

Ante la llegada de nuevos habitantes a Nueva Zelanda, la ciudad es uno de los centros más atractivos del país. Con 1,6 millones de habitantes, es la ciudad más poblada de Nueva Zelanda y funciona como su motor económico. El país tiene un Producto Interior Bruto (PIB) de 308.000 millones de dólares neozelandeses (179.523 millones de euros), según los últimos datos referentes a junio de 2020, al cual Auckland aporta la mitad.

 

 

 

Tras el impacto del coronavirus, el país ha registrado una caída del Producto Interior Bruto (PIB) hasta septiembre del 2,4%, pero la ciudad, resentida por el parón de la actividad aprobado en marzo, registrará una caída en el índice del 4,9%.

 

Sin embargo, la ciudad lidia con otras problemáticas. Con una baja densidad de población de 1.210 personas por kilómetro cuadrado, y una extensa área metropolitana que abarca 4.894 kilómetros cuadrados, sus habitantes tienen que hacer largos trayectos para desplazarse. “El resultado son carreteras sobrecargadas, lo que produce largos atascos y riesgo de colapso de tráfico”, sostiene Oswald.

 

Para intentar revertir este efecto el Ayuntamiento de Auckland están impulsando una campaña para que los habitantes de la ciudad opten por el transporte público para desplazarse. Algunas de estas medidas pasan por la tecnología.

 

 

 

 

“Desde 2015, el Ayuntamiento de Auckland ha impulsado el uso de smart technologies en la ciudad”, destaca Mohsen Mohammadzadeh, director del Smart and Innovative Cities Lab de Auckland. “Diversas tecnologías como el big data, el Internet de las cosas o la automatización han sido desarrolladas en sectores como el transporte, las infraestructuras o la construcción”, añade Mohammadzadeh.

 

El ministerio de Vivienda del país, junto al consistorio, ha realizado una nueva legislación urbana que busca blindar las nuevas construcciones para que aumenten su densidad de habitantes e intentar reducir su extensión urbana.

 

Además del residencial, el revitalizante también está llegando a los barrios de oficinas. Las rentas han seguido creciendo y la disponibilidad de la zona prime se situaba al 3,3% al cierre del tercer trimestre, mientras que en las áreas secundarias la cifra ascendía a 7,3%.

 

 

 

 

Actualmente, Auckland cuenta con 51.219 metros cuadrados de oficinas en construcción que se añadirán al mercado en 2022, lo que supondrá aumentar en un 3% el total de superficie de espacios de trabajo de la ciudad. La ciudad es la sede de órganos estatales como National Bank of New Zeland o New Zelans Media and Enterteinment además de otras compañías como Adecco, Quicksilver o Zurich.

 

El sector más golpeado ha sido el retail, aunque a cierre del primer semestre la disponibilidad de locales era del 3,3%; se prevé que durante el segundo semestre la cifra crezca. Las rentas también irán a la baja para adaptarse a la facturación de las tiendas, afectadas por las medidas impuestas para frenar la crisis del Covid-19, según datos de JLL.

 

Más allá de las subidas y bajadas del mercado, la urbe afronta un gran reto. Situada en la zona norte de la isla, la ciudad costera es vulnerable a los efectos del cambio climático. Para ello, el Gobierno neozelandés ha impulsado el programa NZ SeaRise, dotado de 7,1 millones de dólares neozelandeses (4,1 millones de euros), que busca frenar el ascenso del océano y proteger las ciudades ante la amenaza.