Le informamos que en esta Web utilizamos cookies propias y de terceros para recabar información sobre su uso, mejorar nuestros servicios y, en su caso, mostrar publicidad mediante el análisis de sus hábitos de navegación. Puede aceptar expresamente su uso pulsando el botón de “ACEPTAR” o bien configurarlas y seleccionar las cookies que desea aceptar o rechazar en los ajustes. Asimismo, puede obtener más información sobre nuestra política de cookies aquí.

Aceptar cookies

Diario de información económica del sector inmobiliario

08 Junio 2023F08.17h

C

Opinión

05 OCT 2018
F00.00h

Desconexión

Desconexión

 

 

¡Qué difícil se nos hace la desconexión a los que amamos nuestra profesión! Es inevitable pasar por ciudades o carreteras, incluso estando de vacaciones, y ver lo que otros ojos no ven o porque no lo quieren ver o porque no prestan atención y no les llama la curiosidad.

 

Desde mis inicios, y como si fuera un vicio, camine por donde camine, conduzca por donde conduzca, he ido observando los cambios que van sufriendo barrios, manzanas o edificios.

Y si os hablo de un polígono, lo mismo o peor. Calles nuevas, rotondas, accesos, planes parciales, etc. Todo lo que se mueve o cualquier cambio que se ha producido, lo ven mis ojos.

 

Y no sólo eso; el instinto depredador personal de cada uno de nosotros nos hace oler, respirar o palpar posibles cambios que todavía no se han llevado a cabo pero con muchas probabilidades de que se produzcan.

 

El secreto de la desconexión es saber llevarla con tranquilidad y saber compaginarla, sobre todo, con tu vida personal. Cuántas veces tenemos que disimular cuando, por ejemplo, en momentos que deberías desconectar, vas escaneando esos carteles que anuncian que un inmueble se vende o se alquila. Esa grúa que ayer no estaba y que hoy empieza a montarse para llevar a cabo una obra. Conocías la existencia del suelo, pero aún nadie se había aventurado a promocionarlo y construirlo.

 

Esa desconexión no se produce visualmente y en muchas otras ocasiones estamos conectados por defecto. Inconscientemente estando con amigos o conocidos en algún restaurante, o tomando una copa con ellos cómodamente, en pantalón corto y zapatillas un 17 de agosto, parte de nuestra mente está conectada todavía.

 

Me pregunto muchas veces si debería aprender a desconectar. Y he llegado a la conclusión de que no. Lo llevo dentro, me gusta, me ilusiona, y me ayuda a seguir cada día; a pesar de los pesares, de la edad, del cansancio acumulado, de la coyuntura, y de lo que sea.

 

¿Cómo es posible que en algunas ocasiones invites a un acontecimiento deportivo, a un concierto o a una comida a alguien del sector inmobiliario con el que sabes que, además de disfrutar del evento, no podrás evitar hablar y conversar de trabajo?

 

Circulando en moto por la ciudad de Barcelona, muchas han sido las ocasiones en las que he visto una finca en estado descuidado, alguna otra con viviendas vacías, un edificio sucio o locales comerciales a nivel de calle con las persianas bajadas que parecen no haberse abierto hace tiempo. Igualmente me sucede circulando en coche por muchos de los polígonos industriales por los que paso habitualmente. Esas naves dejadas, tristes, con escasa o nula actividad. Naves industriales de los años sesenta o setenta, obsoletas, viejas, desactualizadas.

 

No veo una nave, más bien veo un solar. Y llego a imaginarme lo que hay que construir en él; qué es lo que pide el mercado en esa parcela y cuánto tiempo más puede pasar para que se produzca un cambio.

 

Esta es la conexión sumergida, oculta en mi interior, y de la que sólo hablo conmigo mismo. Intento memorizar el máximo de información a posta porque sí; no puedo llevar conmigo continuamente un bolígrafo para tomar notas. Lo hago queriendo; para conservar la memoria hay que ejercitarla.

 

Y así van pasando los días, los meses, los años. Y sigo viviendo, orgulloso de mis pensamientos y en muchas ocasiones, cuando veo que algo sucede en una zona o finca que yo pensé meses o incluso años atrás que iba a suceder, me alegro, me puntúo y me doy un notable alto yo mismo, en mi subconsciente.

 

Y sigo viviendo, hasta que las fuerzas me lo permitan, y llegue la desconexión real obligada que nos llega a todos, y espero que sea dentro de muchos años.

...