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Adaptarse o morir: la estrategia de las ciudades ante la crisis climática

El último informe de Ipcc señala las consecuencias que se producirán en las ciudades con el aumento global de la temperatura, pero no se queda ahí: el foco del análisis es la adaptación, admitiendo que es demasiado tarde para la mitigación.

M. Tamayo

11 mar 2022 - 04:56

Urbanismo: megaciudades

 

La crisis climática es inevitable y habrá que vivir con ella. Así lo admitieron los científicos responsables del último informe del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (Ipcc) bajo el título de Impactos, Adaptación y Vulnerabilidad. El informe, definido por António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, como un atlas del sufrimiento humano, pone especial hincapié en la respuesta que deberán articular las ciudades para capear el temporal.

 

Las principales amenazas que tendrán que sortear las ciudades los próximos años serán olas de calor, episodios extremos de precipitaciones y tormentas, lo que, combinado con una rápida urbanización que lleva a la creación de islas de calor y una falta de planes climáticos, está afectando parte de la población e infraestructuras claves de las ciudades.

 

Una de las principales amenazas que hay que sortear son las malas prácticas. “Se ha observado una mala adaptación, por ejemplo, debido a conocimiento inadecuado, a corto plazo, fragmentado, monosectorial o la planificación y aplicación de la gobernanza no inclusiva”, señala el Ipcc. Por ello, se construyen infraestructuras no flexibles que no pueden ajustarse a nuevas situaciones de forma fácil o barata o se abandonan espacios o comunidades sin capacidad de adaptación.

 

Para evitar la mala adaptación, el Ipcc propone una planificación a largo plazo para evitar el bloqueo, crear capacidad de actuar de forma oportuna y reducir riesgos para ecosistemas y personas. Los científicos proponen un enfoque por etapas que incluya pasos manejables a lo largo del tiempo y con capacidad para dar marcha atrás si se requiere. Una de las claves para alcanzar esta adaptación es la de incluir las comunidades locales en el proceso y evitar realizar políticas marginalizando comunidades y sin tenerlas en cuenta.

 

 

Además, los científicos subrayan que debe aumentar la inversión, tanto pública como privada, en la adaptación. Una mayor inversión permitirá desarrollar una reserva de proyectos de adaptación, acelerar su ejecución y concentrar los recursos en las comunidades vulnerables. La inversión es clave para la realización de proyectos, ya que la institución alerta de que existen una gran cantidad de planes sin ejecutar.

 

Para adaptarse de forma correcta, el informe propone una mezcla entre infraestructuras, construidas con recursos naturales, y acciones institucionales y socioculturales como medidas de reducción de vulnerabilidad, evitando el desarrollo de construcciones en zonas de alto riesgo, de zonas de protección dura y blanda, como muros marinos o humedales costeros, elevando las casas si hay riesgo de inundación. También se propone el desplazamiento de población costera hacia el interior.

 

Aunque el informe señala otro obstáculo para que se implementen las reformas: la aceptación social y la ambición política. “La gobernanza del clima será más eficaz cuando cuente con la participación significativa y continua de todos los actores sociales, desde a escala local hasta la mundial”, asegura la institución.

Litoral, primera línea de batalla

 

Junto con los asentamientos informales, las ciudades costeras están en primera línea de la crisis climática. Ellas serán las primeras en notar los cambios, lo que también las convierte en el laboratorio perfecto para desarrollar políticas de adaptación.

 

La realización de las aspiraciones mundiales de un desarrollo resistente al clima depende de la medida en que las ciudades y los asentamientos costeros [...] cierren la brecha de adaptación de las costas y adopten medidas urgentes para mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero”, señala el informe.

 

Alrededor de un 11% de la población mundial, unos 869 millones de personas, viven en zonas costeras con poca elevación, lo que las hace vulnerables ante varias amenazas climáticas como el aumento del nivel del mar. Según el Ipcc, el mar ha avanzado más desde 1900 que en los últimos 3000 años.

 

Esto ha provocado la pérdida de ecosistemas, lo que genera diversos efectos cascada, la salinización de las aguas subterráneas, las inundaciones y los daños a las infraestructuras costeras. A escala global, se prevé que hasta 1.000 millones de personas estén en riesgo por estos escenarios. Se calcula que episodios extremos que pasaban raramente, una vez cada cien años, pasarán a ocurrir una vez al año a partir de 2100 y pondrá en riesgo al 20% de la población mundial. Las consecuencias afectarán a 25 megaciudades y, para 2100, las áreas donde viven entre 600 millones y 1.300 millones de personas estarán inundadas.