Opinión

Industrializar la vivienda no es una tendencia, es una obligación

Industrializar la vivienda no es una tendencia, es una obligación

Juan Merino de Cabo

14 oct 2025

En España, la vivienda sigue sin llegar al número que el mercado demanda, en los distintos segmentos de precio, tamaño y calidad. Proyectos eternos, presupuestos que se disparan y procesos administrativos imposibles han convertido en excepción lo que debería ser norma: construir bien, en plazo y con calidad. Ante esta realidad, industrializar la construcción no es una moda ni una solución a medio plazo. Es, simplemente, una alternativa sensata e ineludible.

 

La reciente aprobación del Perte de la Industrialización de la Vivienda por parte del Gobierno marca un punto de partida. Pero no es la primera vez que asistimos a un anuncio prometedor que se diluye en los mares de la burocracia. Se ha anunciado una inversión pública de 1.300 millones de euros a lo largo de diez años (a todas luces, escasa a 130 millones por año), con el objetivo de alcanzar una producción media de 15.000 viviendas anuales mediante procesos industrializados. Sobre el papel, no cabe duda de que es un avance. Pero mientras no se traduzca en licitaciones resueltas, proyectos en marcha y viviendas entregadas, seguirá siendo un plan sin ejecución, como ya hemos conocido muchos.

 

La industrialización no trata de llenar el país de viviendas idénticas ni de deshumanizar la arquitectura. Se trata de introducir orden donde hoy hay incertidumbre y método donde suele haber improvisación. De proyectar con lógica constructiva, fabricar con control técnico y montar en plazos realistas. De sustituir el margen de error por procesos verificados y repetibles. Es una manera distinta de trabajar, que se centra en el procedimiento (diseño) y proceso (fabricación en factoría) tanto como en el producto (montaje en obra).

 

 

 

 

No es una teoría. En España, ya se han ejecutado proyectos donde la construcción modular (3D) ha permitido reducir plazos hasta en un 70%, según datos recientes de CompactHabit. Y en lugares como Burgos o Barcelona, fábricas modulares han logrado entregar más de 1.700 viviendas en menos de un año y medio. En Aragón, en el primer semestre de 2025, las licencias para edificación industrializada crecieron por encima del 10%. Estos ejemplos no son experimentos, sino precedentes. Demuestran que sí se puede. Tambien se puede prefabricar en 2D, con paneles húmedos, fachadas, forjados o tabiques que incorporan todas las instalaciones eléctricas. Es una alternativa a la prefabricación modular.

 

Sin embargo, siguen siendo excepciones. Para consolidar esta transformación, hace falta más industria, más formación técnica y más voluntad política. También hace falta que los proyectos se piensen desde el principio con lógica: diseñar, modular, estandarizar e industrializar. No basta solo con querer industrializar: hay que saber cómo hacerlo. Y ese cambio de mentalidad aún no ha calado en todo el sector.

 

Una de las grandes fortalezas del modelo industrializado es su capacidad para aportar certeza: en el calendario, en los costes, en los estándares técnicos. El modelo tradicional, en cambio, se mueve demasiado a menudo en la lógica del imprevisto, del retraso y del sobrecoste asumido como parte del proceso. Esto no solo perjudica al promotor o al inversor: impacta directamente en el acceso a la vivienda, especialmente en la asequible.

 

 

 

 

No se trata de renunciar a la calidad ni al diseño. Al contrario. Industrializar permite liberar recursos para enfocarse en lo esencial: proyectos eficientes, bien ejecutados, sin errores evitables. Significa profesionalizar un sector que durante décadas ha funcionado con altísima fragmentación y poca capacidad de escalar. Y significa también atraer nuevo talento, cualificado y técnico a una actividad que necesita con urgencia modernizarse. El sector de la construcción tiene pendiente su digitalización profunda.

 

España no es el único país que se enfrenta a este reto. Pero sí es uno de los que más tarde ha empezado a abordarlo. En comparación con otros países europeos, donde los modelos industrializados están mucho más consolidados, España aún tiene un amplio margen de desarrollo, ya que este tipo de construcciones todavía no representa más del 5%. La brecha es significativa. Pero también lo es la oportunidad.

 

Industrializar no es una revolución, es una evolución necesaria. Y si se hace bien, puede ser una ventaja competitiva. Una manera de construir más rápido, con más control, con menos incertidumbre. No es una cuestión ideológica. Es una cuestión técnica, operativa y estratégica. La pregunta no es si debemos industrializar. La verdadera pregunta es a qué estamos esperando. La colaboración público-privada es imprescindible, fomentando el desarrollo de esta industria de futuro.

Juan Merino de Cabo

Juan Merino de Cabo

Juan Merino de Cabo es presidente y consejero delegado de Gavari Properties, socimi especializada en el segmento residencial. Merino cuenta con dos décadas de experiencia profesional en banca, consultoría y en el sector inmobiliario, desarrollada en proyectos value add. Inició su carrera profesional en 2003 como analista financiero en Société Générale (Self Bank). Posteriormente, fue auditor financiero de mercado de capitales en Banco Santander (en Europa y Latinoamérica) y senior strategy consultant en Europraxis, perteneciente al grupo Indra. Entre 2011 y 2018, ejerció como fundador y socio en OCG Consulting & Advisory. En paralelo, en 2016, se incorporó a Gavari como primer directivo. Merino es licenciado en administración y dirección de empresas (ADE) por Cunef.