Opinión

‘Flex living’, una nueva forma de afrontar la crisis de vivienda

‘Flex living’, una nueva forma de afrontar la crisis de vivienda

Tony Loughran

2 dic 2025

La amenaza de una regulación cada vez más estricta ha estado presente en el mercado de alquiler de viviendas durante todo 2025. En el caso de los apartamentos turísticos y los alquileres de temporada, es lógico que exista un registro oficial de las modalidades de alojamiento autorizadas a operar junto al alquiler tradicional, garantizando un equilibrio entre la oferta de vivienda para uso recreativo y la destinada a trabajadores temporales, estudiantes u otros perfiles con necesidades de corta estancia. De hecho, para los apartamentos turísticos, dicho registro ya existe, y para los alquileres estacionales se espera que llegue pronto.

 

Hasta aquí, todo correcto, ya que, si no existiera ningún tipo de regulación, los centros urbanos podrían perder su cohesión social y sentido de comunidad.

 

Sin embargo, el verdadero riesgo radica en que la regulación vaya demasiado lejos, de diferentes maneras. Primero, extendiendo el control de rentas a contratos de menos de un año, como los de alquiler estacional o apartamentos turísticos, lo que podría afectar incluso al alojamiento hotelero. Segundo, exigiendo pruebas de temporalidad, como contratos laborales breves, matrículas en un curso o tratamientos médicos para determinar cuándo no aplicar el control de precios. Y, tercero, prohibiendo la renovación de contratos, una medida que dañaría gravemente el mercado estacional.

 

 

 

 

No cabe duda de que la implementación y aplicación total de estas medidas provocaría una retirada significativa de viviendas en alquiler del mercado, lo que fomentaría la actividad en el mercado negro mediante contratos de alquiler en efectivo, para satisfacer una demanda que siempre existirá, ya que no todos tienen la voluntad o los medios para comprar una vivienda.

 

La solución del problema pasa por diferenciar la vivienda tradicional de aquella concebida expresamente como ‘alojamiento como servicio’, de esta manera podríamos tener la fórmula que satisfaga a todas las partes interesadas. Los hoteles y alquileres vacacionales son ejemplos de ‘propiedad como servicio’. Son negocios con estructura empresarial, personal contratado y servicios añadidos, que compiten en calidad y precio. Sería impensable regular sus precios. De la misma manera, no tiene sentido regular otros formatos de vivienda orientados al servicio, como el flex living.

 

En el segmento flex living, además del alojamiento, el cliente paga por el uso de mobiliario, suministros, limpieza, seguridad, recepción, gestión comunitaria, eventos, actividades sociales, coworking, gimnasio e incluso restauración. Debe aceptarse que este tipo de servicio, ofrecido dentro del marco urbanístico de un aparthotel, necesita operar libremente, fijando sus tarifas en función de la oferta y la demanda.

 

 

 

 

Si este modelo se reconoce y se fomenta mediante una colaboración público-privada centrada en este tipo de oferta residencial, podríamos avanzar significativamente. Para tener ciudades dinámicas que ofrezcan una variedad de tipos de alojamiento, no solo pisos para comprar o alquilar a largo plazo, necesitamos permitir que el sector privado construya complejos flex living a gran escala, ofreciendo alojamiento como ‘servicio’ en condiciones libremente negociables, al igual que hoteles y bloques de apartamentos turísticos.

 

En Madrid existen actualmente unas 30.000 viviendas flexibles construidas o en desarrollo, todas surgidas a partir de la pandemia. Se trata de un crecimiento notable que, de mantener su ritmo e incluso multiplicarse, podría contribuir de forma decisiva a aliviar la crisis de vivienda. La potencia del flex living, en comparación con la vivienda asequible, reside en su viabilidad empresarial. En última instancia, necesitamos una combinación de iniciativas, aunque el flex living destaca por ser una solución ágil y pragmática. Otras autoridades municipales en el mundo están observando cómo Madrid está abordando su problema de vivienda, basado en la designación urbanística de aparthotel que inicialmente fue el catalizador de su formato único de flex living, explotado y desarrollado por Greystar y ahora replicado por otros. Es un modelo de negocio que funciona, representa una nueva forma de vivir que los usuarios disfrutan y que debemos exportar a otras ciudades como Barcelona, Valencia y más allá: París, Londres o Nueva York.

 

A escala global, el flex living puede impulsar nueva oferta de vivienda, reducir tensiones y generar más empleo y riqueza. Este formato de negocio exige al inversor asumir un riesgo comercial y operativo significativo, pero ofrece un nivel de retorno equilibrado que garantiza su sostenibilidad y favorece un desarrollo continuo. Satisfacer la demanda de vivienda de esta forma es esencial para la productividad y el dinamismo económico de las ciudades, y el flex living se consolida como una modalidad moderna, eficiente y alineada con las necesidades.

Tony Loughran

Tony Loughran

Socio y director del equipo de Valoración en Cushman & Wakefield España, Loughran ha intervenido en nombre de un gran número de fondos de inversión, empresas propietarias y bancos en España. Sus principales áreas de trabajo incluyen, entre otras, valoración de inmuebles con fines hipotecarios de diversas propiedades y proyectos de desarrollo en toda España, valoraciones de carteras de propiedades con fines financieros, valoración, adquisición y due diligence en diversos tipos de propiedades. Antes de formar parte de Cushman & Wakefield, había trabajado para Colliers, Kemsley Whiteley & Fernis, y Gooch & Wagstaff.