21 dic 2020

Regreso a mi piel de Artemisa para despedirme de este año imprevisible, que aún me tiene temblando.
2020 arrancó prometiendo emociones, con las salas de reuniones siempre llenas y los proyectos sucediéndose a toda velocidad. Estábamos casi siempre de buen humor y trabajábamos al ritmo que exige eficiencia; esa mezcla magnética de concentración, nervio, impulso y placer.
Como la pasión a menudo deriva en exceso, me sobrecargué de trabajo enseguida. Me quedé sin huecos en la agenda a dos meses vista, sin un mediodía libre para mí y sin la posibilidad de permitirme un día de desánimo o de improvisación.
A mediados de marzo, mientras aprendía a frenar el ritmo sin que mi trabajo se resintiese, el virus lo paró todo en seco. El miedo, la preocupación y el silencio se apropiaron de lo que había sido un hervidero de actividad.
Tras el golpe, nos recompusimos rápidamente y aprendimos a trabajar de otra manera. Era urgente comprender, anticiparnos, descubrir dónde estaban las nuevas oportunidades, proteger los puestos de trabajo y cuidarnos mutuamente. Me di un atracón de Zooms, Teams y Webinars, intercambiando opinión con gente muy diversa; la pantalla del Ipad se convirtió en mi ventana al mundo.
Cuando por fin salimos a la calle, aprendí a superar el ‘síndrome de la cueva’, el terrible Fomo (miedo a perderse algo en redes sociales por sus siglas en inglés), los reencuentros sin abrazos, la frustración de cancelar eventos que había organizado al detalle. Aprendí a vivir al día y a diseñar mil escenarios para el largo plazo, reformulando planes, una y otra vez.
Se acerca fin de año y trato de recapitular, aún en plena batalla. Para mí, lo realmente relevante es qué vamos a aprender de todo esto. Me he cansado de escuchar que esta experiencia no nos enseñará nada, que retomaremos nuestras vidas como si nada hubiera pasado. Es cierto que hay gente que no aprende, ni de esta experiencia ni de ninguna otra. Pero afortunadamente, hay muchas personas que no pierden oportunidad de aprender para mejorarse y mejorar su entorno.
Cerramos un año en el que muchas personas habremos ganado flexibilidad y resistencia, y habremos aprendido, a pesar del agotamiento, a regalarnos momentos de gracia y belleza.
Feliz 2021
Anna Gener
Anna Gener actualmente ejerce la función de CEO de Savills Barcelona.
Comprometida con la vida social, cultural y económica de Barcelona, compagina su cargo con las siguientes responsabilidades:
Miembro del Comité Editorial de El Periódico, de la Junta Directiva de MC Mutual, de la de PIMEC, de la de ACG Barcelona, del Board en España de la Royal Institution of Chartered Surveyors (RICS) y del Consejo de Mecenazgo de la Fundación Catalunya Cultura.
Es Vocal Consultora de la Cambra de Comerç de Barcelona, miembro del Consejo Asesor de la International UPF Barcelona School of Management y Patrona del Consejo de Mecenazgo de la Fundación Museu Picasso de Barcelona y de la Fundación Cares.
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