7 ene 2018
Soy una apasionada de las ciudades, me fascinan de manera poderosa. Me encanta observarlas, seguir su evolución, distinguir sus particularidades y tratar de adivinar el carácter de las personas que la configuran.
El clima, la topografía y la arquitectura conforman en gran medida la identidad de una ciudad. Las ciudades centenarias tienen rasgos distintos a las de reciente creación. Las basadas en el comercio poseen cualidades diferentes a aquéllas que tienen un origen industrial. Las ciudades con puerto tienen historias gravadas en su idiosincrasia que son totalmente ajenas a las ciudades sin mar. Las de clima suave empujan a las personas a relacionarse de modo opuesto de las que tienen pocas horas de luz y un clima duro.
Por encima de todo, una ciudad se define por la manera en la que su gente se organiza para vivir y trabajar. Por su modo de gobierno, por su nivel económico, por los servicios que pone a disposición de sus habitantes y por la potencia de su oferta cultural.
Una ciudad debe ser una máquina de creación de riqueza y un importante punto de encuentro del talento, del conocimiento y de la energía creativa.
Pero por encima de todo, debe ofrecer a sus ciudadanos la libertad de ser lo que quieran, porque en mi opinión, una ciudad se define por su nivel de tolerancia. Una verdadera ciudad debe ser capaz de integrar a los ciudadanos de todas las procedencias, culturas y razas.
Por supuesto, una ciudad nunca está completa y jamás puede ser producto de una sola visión.
Las ciudades están formadas por las ideas de sus habitantes, más que por sus edificios, sus calles, sus sistemas de transporte, su red de alcantarillado o su diseño urbanístico.
Actualmente nuestras ciudades se hallan ante un reto mayúsculo, pues se van a ver moldeadas por potentes cambios tecnológicos y de interacción social. La manera de concebir el urbanismo y la arquitectura se modificará de manera esencial.
Cambiará la forma en la que nos desplazaremos, el modo en el que nos relacionaremos y la manera en la que compraremos, pues cada vez más, el producto que deseemos se desplazará allí donde estemos nosotros, en lugar de ser nosotros los que vayamos a por él.
El internet de las cosas cambiará nuestra existencia, no tanto por el uso de la tecnología, sino porque permitirá nuevos estilos de vida, más flexibles y más racionales.
Haremos un uso más eficiente de los inmuebles que ocuparemos, ya sean viviendas u oficinas, por los que tenderemos a pagar en función del uso que les demos.
En el segmento de oficinas es donde veremos los cambios más pronunciados. La clave ya no estará en la morfología del espacio de trabajo, si no en la interacción que se genere entre las personas que compartan ese espacio. Los coworkings optimizarán las estructuras y los recursos, ganado eficiencia. También se incrementará la satisfacción del usuario, pues los espacios estará diseñados para maximizar su nivel de concentración cuando esté trabajando, y a proporcionarle momentos de ocio y desconexión cuando lo desee.
También se trabajará más desde casa, pues nuestros dispositivos devendrán en gran parte nuestra oficina, contribuyendo a reducir las necesidades de transporte y a suavizar el tráfico en hora punta.
Asimismo, se impondrán nuevas fórmulas de movilidad, de carácter mixto entre lo público y lo privado. El vehículo autónomo te llevará al trabajo, pero en lugar de quedarse aparcado, seguirá transportando gente por toda la ciudad. Enlazará un viaje tras otro y permanecerá siempre ocupado.
Habrá menos vehículos en circulación, por lo que no hará falta tanto espacio para estacionar los coches. Sobre rasante, se dará una oportunidad magnífica para humanizar el urbanismo de las ciudades, ganando espacios para el peatón y el encuentro ciudadano. Bajo rasante, muchos parkings se transformarán en espacios multiusos (taquillas en las que recibir nuestras compras, espacios de recreo, etc).
También se hará una gestión más eficiente del agua, de los residuos, de la energía… y tendremos un mayor control sobre la contaminación atmosférica.
Viviremos logros relevantes, que nos aportarán una mayor calidad de vida. No obstante, también surgirán nuevos problemas que deberemos resolver. Intuyo que pivotaremos sobre un delicado equilibrio en el que los factores determinantes para que una ciudad triunfe también constituirán sus mayores amenazas.
Las ciudades no son creaciones estáticas, por fortuna, cambian y se desarrollan. Una ciudad exitosa debe tener voluntad de reconfigurarse una y mil veces, en una espiral de eterna reinvención.
Habrá industrias que morirán, otras se robustecerán. Las próximas recesiones nos dejarán nuevas cicatrices, y los nuevos ciclos alcistas originarán oportunidades que ahora ni siquiera somos capaces de imaginar.
Ojalá seas bien diversa, sumamente ambiciosa y muy inquieta a nivel cultural.
Quiero ver tu próximo rostro, me muero de ganas.
Anna Gener
Anna Gener actualmente ejerce la función de CEO de Savills Barcelona.
Comprometida con la vida social, cultural y económica de Barcelona, compagina su cargo con las siguientes responsabilidades:
Miembro del Comité Editorial de El Periódico, de la Junta Directiva de MC Mutual, de la de PIMEC, de la de ACG Barcelona, del Board en España de la Royal Institution of Chartered Surveyors (RICS) y del Consejo de Mecenazgo de la Fundación Catalunya Cultura.
Es Vocal Consultora de la Cambra de Comerç de Barcelona, miembro del Consejo Asesor de la International UPF Barcelona School of Management y Patrona del Consejo de Mecenazgo de la Fundación Museu Picasso de Barcelona y de la Fundación Cares.
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